La vida microscópica se hace visible: una exposición que une biología, arte y sostenibilidad.
Una vez más, la ciencia ha salido del aula para ocupar un espacio protagonista en nuestro centro educativo. Esta semana, el hall del instituto se ha convertido en una auténtica exposición de microorganismos… ¡a escala gigante! Diatomeas, amebas testáceas, ciliados, euglenidos, dinoflagelados, heliozoos, nematodos, rotíferos y hasta los resistentes tardígrados se han materializado en forma de maquetas elaboradas con materiales reciclados por el alumnado de Bachillerato.
Este proyecto, desarrollado dentro del área de Biología, ha tenido como objetivo principal acercar a los estudiantes al fascinante mundo invisible de los microorganismos del suelo y del medio acuático, especialmente a los pertenecientes al reino de los protoctistas, sin olvidar algunos invertebrados microscópicos como los rotíferos, nematodos o tardígrados.

Cada estudiante ha realizado una maqueta de un microorganismo, utilizando ingeniosos materiales de reciclaje. Destaca, por ejemplo, la ameba testácea creada con una bombilla recubierta de plastilina y decorada con pequeñas piedrecitas para simular la testa formada por partículas de arena, una representación tan creativa como fiel a la realidad. También han llamado la atención las diatomeas hechas con placas Petri, la vorticela con botella de plástico y pajitas o los dinoflagelados fabricados a partir de envases de yogur.

Pero el trabajo no se ha quedado solo en lo visual. Junto a cada maqueta, se ha presentado una ficha informativa en la que los alumnos y alumnas han recogido datos sobre la clasificación, morfología, modo de locomoción, alimentación, hábitat, comportamiento y algunas curiosidades sobre el microorganismo representado. El resultado ha sido una exposición tan rigurosa como imaginativa.
La muestra ha podido ser vista por toda la comunidad educativa, desde compañeros de otras clases hasta profesores, personal no docente y familias. La acogida ha sido excelente, destacando la originalidad, el compromiso con la sostenibilidad y el alto nivel de implicación del alumnado.
Este tipo de actividades no solo permiten aprender de forma activa y significativa, sino que también fomentan la creatividad, el trabajo en equipo y la conciencia medioambiental. Y, sobre todo, demuestran que la biología puede ser tan fascinante como divertida.